Queridos maestros: los niños con TDAH os necesitan

por María José Mas – neuropediatra

 

La medicación para el Trastorno por Déficit de Atención Hiperactividad –TDAH– mejora la atención, pero no los procesos de aprendizaje, que son distintos a los de otros niños. Por eso los docentes deben comprender estos procesos y adaptar la manera de enseñar atendiendo a esas diferencias.

El tratamiento que se ha mostrado más eficaz para el TDAH es la combinación de fármacos específicos con terapia cognitivo conductual. Lo que más llama la atención en el TDAH son sus síntomas nucleares –la falta de atención, el no parar quieto y la impulsividad, combinados entre sí con distinta intensidad–, y con la terapia indicada suele conseguirse mejoría.


Sin embargo yo creo que el quid de la cuestión está en comprender los procesos mentales de los niños con TDAH, de esto se habla poco y es el origen de la incomprensión y de la mayoría de los problemas que se generan. Por eso me he decidido a escribir esta entrada.

Desconocemos qué causa el TDAH y como se producen sus síntomas. Aunque tenemos pruebas que indican que el origen puede ser genético y estudios anatómicos que encuentran diferencias en el tamaño de distintas estructuras del encéfalo, no tenemos certezas. Así que el diagnóstico es todavía clínico y se basa en en la observación de la conducta del niño.

Esta circunstancia y la gran variabilidad clínica propia del TDAH no ayudan a su comprensión, al contrario alientan falsas controversias interesadas que llegan a la opinión pública y generan dudas a las familias, a los docentes y a la sociedad en general.

¿Qué pasa por la cabeza del niño con TDAH?

Si, como parece, el TDAH surge de una configuración distinta de los circuitos cerebrales, entonces estudiar el efecto que esos circuitos alterados tienen en los procesos mentales –cognitivos, emocionales y conductuales– sería lo razonable. Y justo a eso se dedica la neuropsicología. Pero de nuevo nos encontramos con el obstáculo de la variabilidad individual, precisamente lo que caracteriza a cualquier trastorno, que no hay dos personas que lo manifiesten por igual.

A pesar de todo esto, voy a atreverme a explicar de forma sencilla cuales son los procesos mentales que, en general, tienen los niños con TDAH. No son verdades absolutas, nunca hay que dejar de tener en cuenta las particularidades de cada niño, pero espero que pueda ayudar, sobre todo a la importante labor del docente.

La atención

En un entorno natural, las personas recibimos muchos estímulos simultáneamente. Debemos primero decidir cual es el más relevante de todos –atención selectiva– y después mantenernos concentrados en él –atención sostenida–.

El aula es el entorno natural del docente y sus alumnos. Esto sería un ejemplo de lo que sucede:

El docente explica mientras el fluorescente parpadea, suena el ventilador del ordenador, el compañero carraspea, la sombra de los árboles de la calle se refleja en la ventana, se oye a lo lejos la sirena de una ambulancia, la mejor amiga lleva un jersey nuevo y acabo de recordar que ayer marqué un gol en el recreo…

Cuando el niño no tiene problemas de atención, es capaz de obviar los estímulos irrelevantes y dirigir su atención al principal: el profe está explicando la lección.

Si hay dificultades para seleccionar el estímulo primordial, todos parecerán igual de relevantes y la atención se reparte entre ellos perdiéndose explicaciones y órdenes, directas o no.

El niño con TDAH se esfuerza para recordar que en el aula el foco de atención principal es el maestro y es posible que se mantenga atento durante un rato, pero el esfuerzo es tanto que se cansa y acaba perdiendo la atención y la concentración.

La memoria

Para ejecutar una tarea necesitamos mantener activa la información necesaria para completarla –memoria de trabajo–. Para aprender, organizamos y repetimos la información hasta que logramos fijarla en la memoria, entonces la hemos aprendido.

Cualquier actividad que emprendemos necesita de la memoria de trabajo para acabarla con éxito. Participa todo el tiempo en todo lo que hacemos, porque necesitamos recordar lo que estamos haciendo para no equivocarnos.

Es muy habitual que los niños con diagnóstico de TDAH tengan un déficit claro en la memoria de trabajo. De manera que, cómo no retienen lo que están haciendo, nunca acaban de asearse o de vestirse, cambian de tema en una conversación, olvidan de qué va el texto que están leyendo, no son eficaces tomando apuntes o anotando los deberes en la agenda… Y así sucede con cualquier otra cosa que se os ocurra. Seguro que estas situaciones os suenan de algo.

El tiempo

Para ser eficaces, además de recordar la tarea que estamos haciendo, necesitamos completarla en un tiempo razonable y hacerlo bien. Pues resulta que es muy frecuente que los niños con TDAH tarden más tiempo para acabar bien lo que están haciendo.

Las razones de por qué sucede esto son múltiples y atribuidas a diversos factores, pero parece que lavelocidad a la que procesan la información está disminuida. Entre otras cosas, esto interfiere en la fluidez y la comprensión lectora, lo que repercute de forma negativa en su rendimiento académico.

La organización

Cuando nos disponemos a realizar cualquier cometido, en nuestro cerebro se ponen en marcha una serie de procesos cognitivos que organizan de forma eficaz nuestras acciones alrededor del objetivo a alcanzar. A este conjunto de capacidades se les llamafunciones ejecutivas y, aunque no se conoce muy bien cuales son y como funcionan, se considera que incluyen:

    1. selección del objetivo
    2. planificación de la secuencia a realizar
    3. organización del tiempo y del especio
    4. ejecución de la secuencia
    5. inhibir conductas que interfieran en la tarea
    6. modificar las acciones según se desarrolle la tarea para mantener el objetivo
    7. memoria de trabajo

En resumen se trata de un conjunto de acciones que, controlando la conducta y la atención, permiten pensar antes de actuar, analizando el contexto y, si es preciso, cambiar de estrategia para alcanzar un objetivo.

Claro que estas funciones ejecutivas no están presentes al nacimiento, sino que van adquiriéndose y madurando a medida que el niño pasa por las distintas etapas del neurodesarrollo. Primero su comportamiento sólo responde a estímulos y es poco reflexivo, de forma progresiva se hace más complejo y dirigido a objetivos, el niño se vuelve más responsable y su conducta más flexible.

El desarrollo atípico de estas funciones ejecutivas se ha relacionado con el TDAH.

La motivación

Cuando completamos una tarea con éxito nos sentimos muy a gusto y predispuestos a enfrentarnos a retos similares. La confianza en nuestras capacidades aumenta y resistimos mejor futuros fracasos. Pero, ¿qué pasa cuando las cosas no nos salen bien? ¿Cuándo casi nunca nos salen bien? Pues que nos sentimos inseguros, inferiores y desmotivados. Muchas veces, el niño con TDAH intenta compensar estos sentimientos negativos «haciendo el payaso», los demás se ríen y el consigue que se le preste la atención que necesita…

Los niños con TDAH suelen tener intereses y conductas más «infantiles» que sus iguales, se muestran menos maduros y así se aprecia en sus juegos, reacciones, emociones y motivaciones. Es probable que por eso suelan responder mejor a las recompensas inmediatas y manejen peor la frustración y la rabia.

Esta maduración más lenta de conducta e intereses hace que necesiten supervisión de sus tareas durante más tiempo que sus compañeros de la misma edad, no porque no quieran hacerse autónomos, sino porque no pueden. Cuando sus compañeros empiezan a asumir responsabilidades, ellos aún no están preparados y necesitan algo más de tiempo.

Si enseguida alabamos sus aciertos y premiamos sus logros, aumenta su autoestima y la seguridad en sí mismos y conseguimos una mejor motivación. Por el contrario, cuando el premio está en un futuro lejano es más difícil lograr que una tarea que requiere esfuerzo les resulte estimulante.

La inteligencia

Definir la inteligencia no es sencillo.

Las dificultades en la atención y en la ejecución de tareas están siempre presentes en los niños con discapacidad cognitiva y me atrevo a decir que en gran medida definen la gravedad del problema. Pero, la atención pedagógica, psicológica y médica de los niños con deficiencia intelectual es muy diferente a la de los niños con TDAH, porque la mayoría de niños con TDAH tiene una capacidad cognitiva similar o incluso superior a sus iguales, el problema es que, debido a las dificultades intrínsecas al TDAH, no les luce.

En resumen

Tenemos un niño listo, que no es capaz de discriminar qué estímulo es el más relevante, se olvida constantemente de lo que está haciendo, tarda el doble en acabar, se organiza fatal y no hay quien lo motive. ¿Qué hacemos?

Desde luego tirar la toalla y mirar para otro lado, negar los problemas, tacharlo de maleducado o no querer saber qué pasa por su cabecita son las decisiones perfectas para que el niño acabe harto, frustrado y creyéndose un inútil. La receta ideal para fracaso escolar en el TDAH.

Yo creo que un niño así debería ser un reto pedagógico para cualquier docente, porque pone a prueba su verdadera capacidad como enseñante y le permite desarrollar todas sus habilidades educativas. ¿Hay algo más satisfactorio para un maestro que enseñar bien a quien le cuesta aprender?

Por supuesto que la valoración neuropsicológica individual perfilará mejor las dificultades de cada niño para que las intervenciones pedagógicas sean más precisas y efectivas. Pero la espera de estas pruebas no debe dejarnos en la inacción. El tiempo pasa y el neurodesarrollo avanza, si no le ayudamos lo hará mal para siempre.

¿El TDAH, tiene solución?

Sin ser yo docente ni saber pedagogía, estoy segura de que lo que he explicado hasta ahora puede resultar muy útil a la quienes sí lo son y sí saben. Al menos creo que permite comprender mejor al niño que tiene TDAH y buscar métodos para ayudarle.

Estas son algunas sugerencias que se me ocurren, pero seguro que los profesionales de la docenciatienen otras mejores.

Mejorar la atención: facilitar al niño un lugar en el que las distracciones sean mínimas y le resulte más difícil desviar la atención del maestro.

Favorecer la memoria de trabajo: dar tareas de una en una y, si son muy largas, fraccionarlas en «subtareas» más pequeñas. Repetir, repetir y repetir la información tantas veces como sea necesario, recuerda que no se olvida aposta.

Alargar el tiempo para permitirle completar una tarea.

Facilitar la organización: de la información, de las prioridades, de los tiempos de ejecución, de las tareas complejas.

  • Ayudarles a identificar la información más relevante de la lección, ¿te has fijado que a menudo se quedan sólo con la anécdota?
  • Enseñarles a hacer esquemas y mapas conceptuales, es decir, a jerarquizar la información según su relevancia.
  • Dejar claro qué tareas son más importantes y urgentes.
  • Insistir en que el tiempo pasa.
  • En los ejercicios y exámenes que puntúan, hacer una pregunta por línea y no todas seguidas en un párrafo. Evitar los folios a dos caras, a menudo «no ven» la segunda cara.
  • Mantener ordenados los objetos, los espacios y los tiempos de clase.

La motivación mejora si mejoramos su autoestima: alabar sus logros (sin pasarse) para reforzar lo que hacen bien. Evitar corregirle delante de todos todo el rato. Eso no significa que no tengamos que corregirle, pero busquemos la forma de hacerlo sin mermar su autoestima.

 

Bibliografía: